Joana Bértholo (Lisboa, 1982)
Joana Bértholo es novelista y dramaturga.
Se licenció en Diseño de Comunicación en la Facultad de Bellas Artes de Lisboa, y se doctoró en Estudios Culturales en la Universidad Europea Viadrina (Alemania). Además de publicar textos literarios, también ha escrito varios textos teatrales y para danza.
En 2005, con 23 años, fue finalista del premio de Jóvenes Creadores. En 2009, su primera novela, «Diálogos Para o Fim do Mundo», recibió el Premio Maria Amália Vaz de Carvalho. Desde entonces, ha publicado dos novelas («O Lago Avesso», en 2013 y «Ecologia» en 2018), libros de cuentos («Inventário do Pó» en 2015 y «Havia»), y literatura infantil y juvenil («O Museu do Pensamento», Premio Mejor Libro Infantil de 2018 de la Sociedad Portuguesa de Autores). Todos publicados en la Editorial Caminho, aunque tenga otros textos publicados en pequeñas editoriales independientes y antologías.
La novela «Ecologia» (2018) fue finalista de varios premios como el APE, PEN Clube, DST, Casino da Póvoa, y semifinalista del Premio Oceanos.
En 2019 recibió una beca del Centro Cultural Portugués de Maputo (Instituto Camões) y del Ayuntamiento de Lisboa para realizar una residencia literaria en Mozambique.
En 2020, Joana Bértholo representó la literatura portuguesa en la Noche de la Literatura Europea; integró la comitiva oficial de escritores portugueses a la Feria de Leipzig en 2019, y a la Bienal de São Paulo en 2022.
Su próxima novela está prevista para septiembre de 2022.
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En el teatro, ha escrito varias obras para las dos ediciones del Festival Teatro das Compras (bajo la dirección de Giacomo Scalisi) y ha participado en la creación de la dramaturgia de varias representaciones, en colaboración con artistas como la coreógrafa Madalena Victorino (Companhia Limitada), Raquel Castro (O Olhar de Milhões), Cláudia Andrade (Para Vós), Filipe Caldeira y Catarina Gonçalves (Lusco-Fusco), João de Brito (Insuflável y À babuja), entre otros.
Su primera pieza teatral («Quarto Minguante»), escrita durante su estadía en el Laboratorio de Escrita de Teatro del Teatro Nacional D. María II, se estrenó en noviembre de 2018 en ese mismo teatro con puesta en escena de Álvaro Correia.
Ese mismo año, ganó la Beca de Creación Literaria en Dramaturgia de la Direcção Geral dos Livros, Arquivos e Bibliotecas (DGLAB), con la cual escribió «Corpo-Arena», obra que estaba a punto de estrenarse en Italia cuando comenzó la pandemia.
Ecología
Extractos de la novela Ecología traducidos por Cristina Díaz
Extractos de la novela Ecología traducidos por Cristina Díaz (PDF)
el valor de no tener valor
Me gusta pensar en la selva amazónica, en los bosques de Irlanda y en loros de picos de colores, y me gusta pensar en los fiordos noruegos y en los géiseres de Islandia, y me gusta pensar en las estepas africanas y en la línea curva del cuerno del carnero y en los salmones subiendo el río para desovar y en la cantidad de agua que hay en el mundo, y me gusta pensar en todas las cocacolas cubiertas de polvo guardadas en almace nes de pequeñas tiendas a la orilla de caminos desiertos, y me gusta pensar en los letreros de neón de moteles sórdidos, siempre con una letra fundida, y en un pues to de revistas donde están exhibidas las primeras páginas de periódicos de todo el mundo con diferentes alfabetos, y me gusta pensar en todos los niños que hoy apren dieron la letra eme y la confunden con la letra ene, y le preguntan a sus padres: —¿Cuántas patitas? Me gusta ser pequeña en un mundo extravagante y extenso. Me gusta saber que existen mil corales diferentes, y mil carreteras. Me gusta saber que existen antílopes que las atraviesan, y plantas que rompen el asfalto, para mí todo es naturaleza. No tiene que ser verde para ser naturaleza. Ni azul. No tiene que estar fue ra de mí. Yo ya soy tan naturaleza como la naturaleza puede serlo. Todo me habla de ella. Si yo no tengo valor, nada tiene valor. Y lo contrario también.
quemar una lengua
Una pequeña aldea de una tribu aborigen se ve diezmada por la sequía y es abandonada en desbandada por los más jóvenes rumbo a la gran ciudad. Quedan cinco ancianos cuidando las tradiciones y las palabras. En el transcurso de un año, tres de ellos mueren. Quedan dos mujeres: las últimas guardianas de ese tesoro. Pero están enojadas desde hace tiempo debido a la poda de un árbol de aguacate (y ya no se hablan).
fortunas idiomáticas ancestrales
La abuela Keiko se había agotado en el papel y la pluma ya no mostraba señales de ablandarse. Leí mucho, cuidé la tierra, me encargué de la comida, fui testigo dia rio de la paleta del principio al fin del día, en el cielo, en el lago, sobre la copa de los árboles más altos. Ya no pensaba en Carolina, ni en la guerra, y finalmente desistí de la idea de que la vida es una herramienta. Que se supone que debemos hacer algo con ella. ¡Que sirve para algo! Decidí que no haría nada con mi vida además de irla viviendo, y eso me trajo mucha paz.
No sé describir lo que iba surgiendo en los cuadernos. Era parecido a la mayoría de las personas: frases sueltas y fragmentos unidos por un lomo. No sabía
juntar esas partes en un todo que se asemejara a un texto. Entonces, pensé en Carolina. De seé que apareciera al final de una tarde y que pudiéramos tener una plática sobre cómo se escribe, cómo se comienza, cómo se acaba, cómo se sabe cuándo dejarlo, y por qué hay cosas que suenan tan bien cuando se piensan, pero que en la página se vuelven tan frágiles. Todo me parecía muy frágil. Pluma y papel. Nunca digitalicé nada. La locura de Darla Walsh no tenía fin, y yo no quería mis devaneos en el Sistema.
Escribí finalmente la respuesta que antes no había podido dar a aquella muchacha, la adolescente que me tomó de la mano y me preguntó en un inglés perfecto si la podía ayudar a salir de ahí. Le escribí una larga carta. Escribí cartas a los dos lados de la guerra, algunas cartas de amor. El vocabulario se sobreponía, cosas que sirven tanto para amar como para combatir: conquistar, seducir, capturar. A fin de cuentas, fui rehén de un gran amor.
“Mi fotografía nació de un silencio y se extinguirá en otro”, fue la cita en la contraportada del primero de algunos libros. Al publicarlo, pensé en ella. No sabía su paradero, qué vida llevaba, pero pensé en ella y deseé que viera el libro, donde sea que estuviera. Quería decirle que siempre estuvo equivocada.
Décadas después de su sentencia acerca de la muerte de los libros, el mundo seguía necesitándolos.
¿Quiénes somos nosotros para saber qué es lo que el mundo necesita? Me sentaba y escribía. Apareció en la punta de la pluma otro rostro de mujer.
La vi atravesar una línea de fuego para llegar al otro lado de la calle, a lo que podría haber sido su casa, ahora en ruinas. La vi abrir la puerta y entrar, apesar de que había agujeros en las paredes mucho más grandes que la puerta cerrada. Entró por la puerta de una casa sin paredes.
La seguí y la vi escoger entre los escombros de lo que podría haber sido su cuarto un pedazo roto de espejo. La vi levantar el espejo a la altura del rostro y contemplarse. Solemne. Con un lente de largo alcance fotografié el rostro reflejado. Taciturno, de facciones bien inscritas. Ya no era joven, pero tenía la belleza de las experiencias acumuladas. La vi pasar los dedos por el rostro, humedecer el dedo con saliva y arreglarse las cejas, acentuando el bello arco que aumentaba la fuerza de sus ojos.
Me llevé sólo tres fotografías. Nunca le vi gran sentido a aquel encuentro, al impacto que tuvo en mí, ni entendí el ritual de ella. Cómo es que alguien vuelve a su casa en ruinas, a lo que un día fue su cuarto. ¿Para qué? Y cómo es que se puede continuar con tantas ruinas en el pecho. Permaneció como uno de los más altos parámetros de belleza femenina; con las arrugas, el pesar, la edad avanzada. Tal vez por contener tantas contradicciones. Cuando me senté a escribir, encontré otro final. Con las palabras, avancé sobre los escombros y la interpelé. La misma pregunta:
—¿Cómo se avanza con tantas ruinas en el pecho?
Portada de la edición portuguesa (Editorial Caminho)
Punto de Partida
LA REVISTA DE LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS
Ciudad de México, noviembre-diciembre 2018
Dice el lugar común que Portugal es tierra de poetas y de marineros. Y esa aseveración, al tiempo que funda una especie de mitología nacional, también tiene, como todo cliché, algo de verdad. Esa doble forma, física y simbólica de ser universales, ha traído a la literatura portuguesa un cierto aire de cosmopolitismo muy particular: es a la vez local y ubicua. El poeta Nuno Júdice afirma que el siglo XX fue una especie de “siglo de oro” en el mundo literario portugués, con una profusión de autores, movimientos, líneas y temáticas diversas y poderosas. Así, intentar establecer una panorámica general de la literatura que se escribe actualmente en Portugal no es tarea fácil si tenemos como base la noción de cómo los nuevos autores se inscriben (o no) dentro de esa fuerte tradición portuguesa, continuándola o rechazándola. A esa problemática inicial, habrá que añadir el hecho de una nueva realidad vivida por los autores que aquí leeremos. Son escritores que nacieron y crecieron en un mundo post 25 de abril, con revoluciones e inquietudes propias, distintas a las de generaciones anteriores. La literatura portuguesa ha adquirido nuevos rumbos, si se la compara con la que hacían los grandes nombres del siglo pasado, en parte porque sus coordenadas espacio-temporales son muy distintas a las del fin del salazarismo y la apertura política, estética e ideológica que esto trajo consigo. Ha habido una especie de transición de los grandes temas hacia el universo de lo “micro” y las revoluciones no sólo ideológicas, sino personales. Un escritor también construye su propia mitología, y la que se escribe actualmente evidencia de manera muy clara la relación de los autores con su tiempo, que también se ve marcado, en la contemporaneidad, por el desafío a las linealidades temáticas y temporales.
Esta selección, como también dicta el lugar común de toda antología, no pretende ser consensual, final, única o total, y no pretende retratar, mapear o clasificar a ninguna generación literaria, grupo o estilo particulares. Hecha esta aclaración, y teniendo el criterio territorial y lingüístico como brújulas (arbitrarias, pero orientadoras), esta selección busca traer una pequeña muestra de temáticas, búsquedas e inquietudes de los autores que son por demás diversas, pues todos ellos poseen una voz literaria propia y potente.
Entre los textos de la muestra, otra directriz fue sin duda la diversidad: obras consolidadas, autores emergentes, poesía, narrativa, temáticas y estilos que poco o nada se parecen entre sí. Una combustión literaria que crepita a medida que autores, referencias y estilos son convocados.
No obstante, también hay líneas que atraviesan, de una u otra manera, a muchos de los autores no sólo de esta muestra, sino de los que hacen la literatura portuguesa actual. Una de ellas, fundamental, es la conciencia del lenguaje y las reflexiones que esto trae consigo en torno a la escritura y las potencialidades de la palabra.
Otro rasgo que parece alcanzar a buena parte de los autores es la noción de transdisciplinariedad en el sentido en que muchos de ellos no sólo están vinculados con la literatura, sino que hay una acepción mucho más amplia de “práctica artística” que involucra el trabajo realizado en otras áreas, como el teatro, la música, la plástica, la danza o el cine, expandiendo los límites de la idea tradicional de escritor y de obra.
Un par de poetas, también jóvenes, apadrinan la muestra: Golgona Anghel y Miguel-Manso, ambos con estilos y rumbos poéticos completamente distintos, pero que nos dan una idea de las distintas exploraciones de la literatura reciente en Portugal. La primera, portuguesa de origen rumano, es sin duda una de las voces más potentes y singulares en la poesía actual. Su obra se caracteriza por la proliferación de referencias de todo tipo, que van de lo erudito a lo profano, y un fuerte to no autobiográfico, todo ello con una presencia constante de humor, sarcasmo y provocación. Por otro lado, Manso representa una especie diferente de “poeta maldito”: aquel que va contra la corriente del mercado editorial, que se mantiene alejado de la academia y se dedica de lleno a la poesía, publicando sólo tirajes pequeños, ediciones de autor. A pesar de esta marginalidad elegida, el autor ha logrado crear una voz poética importante y novedosa en el campo literario portugués, principalmente a través de la reflexión aforística, el uso de paratextos musicales, fotográficos y cinematográficos y el cuestionamiento de la propia escritura, con lo que se convierte en una especie de flâneur que salta entre lenguajes, universos y estilos.
Entre los autores que aparecen en la muestra están, como hemos dicho, tanto poetas como narradores y algunos otros que no se adscriben sólo a uno de ellos, sino que exploran ambos universos. Es el caso, por ejemplo, de Andreia C. Faria, cuya escritura oscila entre la poesía y la prosa poética, en un sinfín de detalles cotidianos, saltos metafísicos y un fuerte lirismo sin solemnidad, en el que temas tan disímiles como el amor, un rostro, un pez o la poesía misma son objeto de reflexiones.
Entre las voces incluidas en la muestra que son reconocidas en el universo de la narrativa, están la de Filipa Martins y Joana Bértholo. La primera, cercana también al mundo del cine, el periodismo, las series y la televisión, posee una escritura que es siempre concebida como capacidad de invención, como un filtro privilegiado para ver la realidad. Es sin duda una narradora de múltiples recursos, que mezcla y encadena temporalidades y relatos, teniendo siempre el tema de la memo ria como uno de sus ejes. La aproximación a la literatura que tiene Joana Bértholo es muy particular en el escenario portugués. Dentro de su amplia trayectoria, ha sabido vincular la escritura con diversas manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza y el diseño, lo que representa una fuerte tendencia en el Portugal contemporáneo que tiene que ver con la ruptura de fronteras disciplinarias y la integración en términos estéticos. Escritora de novelas, éstas suelen ser proyectos ambiciosos en el sentido en el que se presentan como espacios distópicos para reflexionar sobre el mundo real y sus dinámicas, incluso a través de recursos narrativos y del juego de estilos, como el espacio de la página y la tipografía, entre otros.
De los poetas, elegimos tres autores también muy distintos entre sí: Tatiana Faia, Diogo Vaz Pinto y Sara F. Costa. La primera oscila entre referencias a la literatura y cultura clásicas y el mundo prosaico, de lo pequeño y cotidiano. Sus poemas, aunque densos en temáticas y referencias, establecen una serie de ejes geoafectivos a los que el lector se aproxima y a través de los que ve la poesía como esa “mezcla de observación, lecturas, pasión, errancia y desasosiego”, que es como la propia poeta la concibe. Sara F. Costa hace una profunda reflexión sobre el lenguaje en su poesía, con elementos del universo cotidiano, rasgos epigramáticos y aforísticos que revisan nociones como la patria, el erotismo o la cercanía con el otro. Finalmente, el poeta Diogo Vaz Pinto, quien es una figura con un papel muy activo en el mundo editorial portugués al ser cofundador de las Edições Língua Morta, posee un rico universo personal que representa formas de un nuevo lirismo portugués, y que concibe a la poesía como “un lengua je de la fuerza” y no pretende negociar con la realidad, sino crear otra.
A través de la lectura de estos autores pretendemos despertar el interés en el público mexicano hacia la lectura y traducción de autores portugueses jóvenes, quienes con carreras incipientes o en proceso de consolidación, se inscriben ya en la tradición y buscan su propio lugar. Hablar de lo contemporáneo tiene siempre un carácter de esbozo, pues se impone el desafío de la falta de distancia que sólo el tiempo trae con sigo. Sin embargo, al margen de preferencias particulares, el encuentro de voces tan diversas garantiza, en todos los casos, una discusión y una reflexión sustanciales acerca del futuro de la literatura portuguesa, al que consideramos promisorio.
Cristina Díaz (Guadalajara, 1986). Es académica y traductora. Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad de São Paulo, donde también estudió cuestiones referentes a las literaturas lusófonas, a la traducción y al audiovisual brasileño. Cursó la maestría en Letras Portuguesas en la UNAM y en 2014 realizó una estancia de investigación sobre poesía portuguesa en la Universidad de Lisboa. Ha participado en congresos nacionales e internacionales con trabajos sobre temas como teoría de la traducción, literatura brasileña y portuguesa contemporánea, género y literatura, cine brasileño y arte contemporáneo. Forma parte del Seminario de Estudios sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea (SENALC). Actualmente se desempeña como profesora de lengua y literatura portuguesas en el Colegio de Letras Modernas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y es traductora e intérprete de lengua portuguesa.
«La aproximación a la literatura que tiene Joana Bértholo es muy particular en el escenario portugués. Dentro de su amplia trayectoria, ha sabido vincular la escritura con diversas manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza y el diseño, lo que representa una fuerte tendencia en el Portugal contemporáneo que tiene que ver con la ruptura de fronteras disciplinarias y la integración en términos estéticos. Escritora de novelas, éstas suelen ser proyectos ambiciosos en el sentido en el que se presentan como espacios distópicos para reflexionar sobre el mundo real y sus dinámicas, incluso a través de recursos narrativos y del juego de estilos, como el espacio de la página y la tipografía, entre otros.»
Cristina Díaz
2018
Punto de Partida #212
LA REVISTA DE LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS
Tema Literatura Contemporánea de Portugal
Universidade Nacional Autónoma de México
Edición
Carmina Estrada
Redacción
Eduardo Cerdán
«La Maquina de Producir Naturalezas»
Traducido por João Guerreiro y Ramona Dominguez Sanjurjo
y publicado en LiberoAmerica
Cuando ya había una máquina en el mundo para producir todo e por tanto ya todo era hecho por maquinas dejaron de saber que inventar. Incluso ya se había inventado una máquina de producir humanos y una máquina de producir inventos. Y una máquina de producir máquinas claro está, esta había sido inventada hacía mucho tiempo. Aburridos, intentaron concebir una máquina capaz de producir otra cosa que no fuese ni máquina ni humano. Fue así como nació la máquina de producir naturalezas.
La máquina de producir naturalezas era enorme, ocupaba varios almacenes de aquellos que se miden diciendo cuantos estadios de fútbol pueden contener. Inmensos estadios de fútbol, inmensos. Consumía más energía que las industrias metalúrgicas y siderúrgicas juntas expulsaba más detritos tóxicos que la industria papelera. Funcionaba muy bien y se convirtió en un gran éxito. Fueron instaladas máquinas de producir naturalezas un poco por todo el mundo.
Recibía todo el tipo de materias primas tecnológicas: televisores, teléfonos móviles y hasta batidoras eléctricas. Las desmantelaba, reducía los diferentes componentes a sus elementos más básicos, fundía aquellos materiales que podían ser fundidos y procesaba todo en un enorme tambor que hacía temblar el edificio y del cual emanaba un profundo olor a azufre. A las pocas horas del procesamiento la fase de producción finalizaba. El producto final abierta la tapa del enorme tambor, era todo tipo de naturalezas: madera virgen, venados salvajes, riachuelos cristalinos y pajarillos cantarines. Después de esto había un equipo de funcionarios altamente cualificados que se encargaba de la distribución, plantando bosque, inaugurando cascadas, restituyendo especies ya extinguidas, y fertilizando los suelos agotados por los monocultivos.
A los consumidores les gustaron tanto las naturalezas disponibles en el mercado que comenzaron a entregar todos sus cachivaches eléctricos a cambio de trocitos de naturalezas en sus patios. Para quien vivía en la ciudad, había pequeños kits que servían para poner en el balcón o en el tejado. Dos o tres teléfonos móviles y un Ipad, o un lavaplatos eran suficientes para adquirir uno de estos pequeños kits, pero las personas se volvieron ávidas, y entregaban coche, avionetas, semáforos urbanos, escaleras mecánicas y mecanismos para abrir la puerta del garaje, ascensores. Por todos lados, las personas ambicionaban adquirir muchas más naturalezas de las que eran capaces de consumir. En poco tiempo toda la población mundial quedó bajo el efecto de aquella fiebre de adquirir naturalezas. Dejó de haber tecnologías que pudiesen ser cambiadas por naturalezas, había solo naturalezas.